Viaje a la daliniana Figueres

Viaje a la daliniana Figueres para realizar el segundo salto de paracaídas de esta Segunda División de la Liga Catalana de Ajedrez. Aunque algunos torreblanquinos ya hemos jugado bastantes partidas en Segunda División y hasta en Primera, el Torreblanca es novicio en la categoría. Y ya se sabe que después del debut, podría haber nervios de verdad por conocerse ya que las piezas pesan algo más según asciendes de división.

Dos expediciones se formaron, una a cargo de mi persona con doble parada en Hospitalet a las 7:00 y en la plaza Karl Marx de Barcelona a las 7:15, y otra que salía de Castellbisbal. Para llegar a Figueres con tiempo (la ronda empezaba a las 9:30), había que sumarse al “Club de las 5 de la mañana”, libro que leí el año pasado y que aún no he querido llevar a la práctica hasta hoy. Repito la cita del amigo David Palau, el Puyol del Foment: “Me levanto más temprano para jugar al ajedrez que para trabajar”. Robin Sharma estará contento, lo importante es intentarlo, no el porqué.

Mi expedición, con Josep Flores, Albert Padrós y José Ramón Aymerich, llegó a Figueres a las 8:45, y hasta aparqué como un señor delante mismo del local de juego. Son las ventajas de levantarse cuando aún no han puesto las calles. Típica búsqueda de cafetería para que algunos desayunasen y la encontramos muy cerca del mítico Hotel Durán, el cual Dalí frecuentaba mucho y del que conozco una anécdota culinaria de manos del arquitecto Óscar Tusquets, que le comentaba que “los caracoles toman el sabor de la salsa que les acompaña, en sí solos, no tienen sabor”. Pero nosotros encontramos en la cafetería a una señorita a la que se le cayó el mechero misteriosamente al lado de mi silla, con aspectos de no haber dormido toda la noche, atuendo muy festivo, y alternando con dos personas de dudoso aspecto. Claro que si nos ponemos serios, cinco tíos en una cafetería a las 8:45 de la mañana un domingo también son sospechosos, porque ya me diréis qué diablos hace una persona normal a esas horas en un bareto. Iván Cano se sumó a la expedición allí mismo, después de haber pernoctado en Figueres porque había retransmitido el match de División de Honor entre el Figueres A y el Olot para la Federació Catalana d’Escacs.

El match empezó con seis jugadores presentes porque la otra expedición al parecer se entretuvo en otra cafetería. Esto me lo chivó el décimo tablero del Figueres B, que se había encontrado con ellos. Por suerte esto no se tradujo en una colección de roscos, aunque varios de los nuestros empezaron con casi 10 minutos menos. No hubo decisión de partidas hasta bien entrada la mañana y las cosas en general pintaban bien, pese a que sobre el papel el Figueres B era superior por Elo en casi todos los tableros, especialmente por debajo. Padrós y Aymerich ganaron, Iván Cano entabló con un -2,00 de valoración del tiburoncito Stockfish en su contra, después de haber rechazado tablas de su rival muchas jugadas antes (autoatraco del contrincante), Pau Comas metía un buen palo con un ataque furibundo lleno de opciones tácticas basado en la fuerza del binomio dama+caballo y en que el rival tenía un rey en calzoncillos y una torre fuera de juego, lo que colocaba un 3,5 a 0,5 parcial a favor contra pronóstico. Sin embargo, empezaron a caer puntos para los rivales. Los de Julià y míos. En mi partida, sin ser consciente, se jugó una apertura del Match Spassky-Fischer de 1972 en Reykiavik para el Campeonato del Mundo y no hallé con la tecla exacta para obtener la igualdad. Aún así, el error decisivo vino en la jugada 25 con una estúpida pérdida de peón que intenté paliar entregando torre por alfil y dos peones, sin éxito. Jorge Muñoz puso el 4,5 a 2,5 con la jugada del día colocando a su joven rival en red de mate y dejándola coronar dama – y de paso empleando una técnica elenacassetiana, la de estar siempre con pocos segundos del incremento para hacer jugadas decisivas -, lo que nos dejaba con dos partidas para suma un punto y ganar el match. La partida de Josep Flores no pudo ser al derivar a un final de peones perdido, pero la de Albert Jul pintaba mínimo tablas y con suerte, victoria si el contrario se equivocaba. Nuestro jugador, muy apurado de tiempo, acertadamente decidió repetir jugadas y el match acabó 5 a 5 con un aplauso y la satisfacción de haber conseguido puntuar en una plaza que igual no nos correspondía teóricamente para seguir sumando.

Antes de volver a recorrer de vuelta los 150 kilómetros que separan Figueres de Barcelona, hubo comida grupal en una cafetería del centro, esta vez sí frecuentada por legiones de personas, con un sol de invierno superagradecido. Como es habitual, todos comentando que si hubiesen hecho tal o cual jugada en sus partidas con el módulo en marcha del teléfono móvil. Menudo vicio. 4 horas moviendo madera y no se puede dejar de pensar en ello.

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