LLIGA CATALANA D’ESCACS
Domingo 9 de febrero
CATEGORÍA PREFERENTE BARCELONA, GRUPO IV
RONDA 4: MOLÍ NOU 7 – TORREBLANCA 3
Dicen que “The Wall” de Pink Floyd es uno de los discos más impresionantes de todos los tiempos, y recalcan lo de “impresionante” en la amplia acepción del término, con todas sus virtudes y defectos. A los críticos musicales les encantan siempre estos últimos, pero para mí el tour de force de Roger Waters es una obra maestra indiscutible. Sin embargo, mucho me temo que el match del Torreblanca contra el Molí Nou en plena Ciutat Cooperativa de Sant Boi se inclinase más por lo impresionante en la amplísima acepción del término. Muchos son los factores que apoyan mi veredicto.
En primer lugar, la sala de juego estaba en un edificio situado a unos escasos metros de la calle en la cual se celebró el I Concurso de Puzzles Solidario de Sant Boi, aquella jornada deliciosa bañada por el sol invernal en la que ganamos Jimena Gordillo y un servidor, allá en diciembre de 2018. No pude evitar darme un pequeño paseo por esa calle anodina que en su día fue el escenario de los devaneos de decenas de parejas para montar un puzzle de 500 de un mini Kurt Cobain con guitarra. Y es que después de haber quedado en el edificio del Torreblanca en Hospi a las 8:15 con varios correligionarios con el fin de dirigirnos a la Ciutat Cooperativa, casi llegamos a los terrenos vecinos de la Colonia Güell cuando aún no habían puesto las calles. Al Vaquilla de l’Hospi David Julià, para acabar de despertarse, se le ocurrió ir a tomarse un café en un bar regentado por un chino. Tras media hora en la cual arreglamos el mundo los expedicionarios, el de Cornellà invitó a la ronda (quizás está buscando un cargo en la directiva con algunos favores) y el dueño del bar le devolvió el cambio en monedas de libra, clara alegoría de reivindicación del penoso Brexit y un solapado intento de introducción del coronavirus en nuestro equipo. Como todo el mundo sabe, el coronavirus tiene un síntoma inequívoco de mal ajedrecista, y es el de no saber coronar peones ni conocer la regla del cuadrado. Mal empezaban las cosas sin haber movido una pieza aún. Pero se pusieron peor. Ya en el local del Molí Nou, en una sala de la segunda planta, después de las presentaciones de equipos (me enteré de que los rivales de la semana pasada creyeron que yo era un delegado veterano porque aún cantaba alineaciones), empezaron los problemas. A la media hora de iniciarse las partidas, llegaron unos jubilados que a gritos comentaban cosas de fútbol, que si el gol de Williams, que si Setién no sé qué, conversaciones que fueron continuadas con sonoros taponazos de piezas de dominó. La cacofonía tuvo que ser mitigada cerrando la sala de Domino Jueging a cal y canto en varias ocasiones para que los Pet Shop Boys se explayasen a gusto. Pero entonces le tocó el turno a una colonia de pájaros carpinteros que empezaron a aporrear la pared a la que daban los tableros 1 (el de Elena Casset) y el 6 (el mío). Me acordé de Groucho Marx y su frase en “Una noche en la Ópera”, cuando Chico y Harpo estaban dirigiendo la orquesta que tocaba Il Trovatore y troleando la ópera que cantaba Rodolfo Lasparri y que financiaba Mrs. Claypool. Los Woody Woodpeckers estuvieron aporreando el pladur durante media hora, y por fin se callaron… pero dieron paso a un coro infantil que cantaba cosas muy parecidas a las de los humanoides de la película “Regreso al planeta de los simios”, aquellos que adoraban cada domingo una bomba nuclear. Los infantes cantores estuvieron media hora más entonando tonadillas que entroncarían con los delirios más progresivos de King Crimson o Emerson, Lake & Palmer; para al final, como en los discos de Mike Oldfield, acabar con una canción infantil. Pero en vez de “On horseback” tocó escuchar “Bon día, bon dia, bon dia al matí…la lluna s’apaga i el sol ja està aquí”. Durante todo este show inclinaron el rey tres de los nuestros. Padrós perdió pieza contra iron-man Ferrándiz y abandonó cuando el del Molí Nou estaba paseando fuera de la sala de juego, aireando su cerebro. Cuando volvió al tablero se encontró el teleabandono que nuestro Tahl corroboró una vez hubo regresado de terminarse su café. La indignación de Albert por el sonido ambiente especial era la misma que Bobby Fischer cuando ponía cien condiciones para disputar los torneos, y creemos que si el genial americano hubiese estado ayer presente en Sant Boi, habría exigido jugar el match en una sala de ping-pong como hizo con Boris Spassky. Poco después, Roberto de La Fuente también certificaba la derrota al no poder liar a su rival en un jaque continuo en un final de damas con dos peones de menos, y Manel también se liaba y perdía torre entera. 3 a 0. Y aquí, como si no hubiese habido bastante, volvieron los pájaros carpinteros a la segunda parte del concierto, que coincidió con la victoria de Félix Doménech (estrena su casillero en su segunda partida con nosotros), con una posición muy prometedora de Eduardo Pérez, una en teoría tranquila de Manel Montoya y una de doble filo mía después de una variante teórica de apertura en la que había entregado pieza por dos peones y ataque, después de una preparación teórica por Youtube la tarde anterior… sí, ahora se estudia ajedrez viendo tutoriales de Internet, eso de mirarse libros y la Enciclopedia Yugoslava es de carcas. Sin embargo, la cacofonía hizo de las suyas, y Eduardo perdió dama al intentar ganar un peón imposible, Montoya tuvo que entregar torre por peón coronante (el coronavirus del chino del bar) y el match quedó sentenciado, a pesar de las victorias de Jorge tras sufrir la presión fuerte de su rival primero con una entrega de peón y después de pieza, y la mía tras haber jugado por fin una partida francamente buena, especulando con aquella entrega posicional de pieza por dos peones a cambio de fastidiar el enroque y desarrollo al contrario, con una buena combinación de mate en tres que estuve cinco minutos comprobando por si tenía algún fleco. El Torreblanca B, que venía de Castellbisbal de disputar un victorioso match contra su equipo B (y que vencieron por 3,5 a 0,5), se presentó a las 12:30 a dar apoyo, lo que se agradece enormemente. Justamente en ese momento cesó misteriosamente la cacofonía. Las derrotas de Julià, que seguramente ya estaba experimentando el virus chino (en el viaje de vuelta en tren no paraba de toser) y Elena (que confirma que es humana, después de todo), colocaron un 7 a 3 que pudo ser más ajustado con un poco más de suerte.
Como comenté en la previa, semana de aguas turbulentas en el entorno del delegado del A, un servidor. Para empezar, a Julià y a mí nos retiraron la limusina que utilizo para llegarme a la sala de juego rival (condición especificada en el contrato) y nos vimos obligados a regresar a Hospitalet con los ferrocarriles de la Generalitat. El domingo por la tarde pasé a ser pasto de memes, mi móvil se llenó de WhatsApps pidiendo mi dimisión y una revolución táctica y en la alineación, y ayer noté que me estaba siguiendo un coche negro por la calle Sepúlveda de Barcelona. Estoy por llamar a Quique Setién para que me explique su experiencia sofocando incendios y crisis galopantes, aunque bien mirado y ya hablando en serio, creo que lo mejor para afrontar las cinco rondas que quedan es preguntarme: ¿Qué haría Zinedine Zidane en mi lugar? Por cierto, mi hijo Óscar quedó subcampeón del Campeonato de Edades sub-8 del Baix Llobregat. Y pudo haberlo incluso ganado si el contrincante de su rival hubiese asistido, pero se ve que la epidemia de gripe ha hecho estragos en las filas infantiles. Éxito de la cantera del Torreblanca, cada vez más surtida, y el mérito de ello es de los profes Elena Casset y Eduard Calbet, porque yo a mis niños no les conseguí enseñar el mate de dama y rey contra rey.
Alejandro Darias.