Crónica de nuestro delegado del equipo A, Alejandro Darias Mateos.
Parece mentira que cuando empecé mi partida de ajedrez, también comenzaba el partido de Rafa Nadal de la Final del Open de Australia. Y cuando acabé la partida, el último de las ocho en litigio, pues Rafa Nadal acababa de remontar el cuarto set y una hora más tarde ganaba en Melbourne. Si yo con una partida de cuatro horas acabo con la cabeza como un bombo y encima haciendo tablas de milagro después de un error de parvulitos en la jugada 15, no quiero ni imaginar casi seis horas de tenis… Aunque lo hice después de la partida, los 200 puntos de diferencia de Elo entre mi rival y yo no fueron tal. Realmente, salvo en algún detallito del final, jugó a nivel de 2000, y es que el Elo cada vez engaña más.
El match en sí tuvo como aspectos destacables la vuelta del gran Daniel Montoya al equipo para vencer fiel a su estilo, la entrega de pieza de Julià por varios peones y un rey contrario en pelotas y asímismo otra entrega de Albert «Tahl» Padrós que en esta ocasión tenía algún fleco que el rival aprovechó ante la ausencia de compensación táctica o de dos o más peones por la pieza sacrificada. Finalmente, cardíaco fue el final que nos brindaron Aymerich y Valbuena en el cual las dos damiselas se puteaban la una a la otra, para desaparecer de repente dando un final de peones ganador para el nuestro, que se resarcía de la derrota de la primera ronda con aquel sacrificio de alfil en f7. Ya saben que los finales de dama son de locura e incalculables para los mortales, y los de peones siempre tienen valoración concreta. Se ganan, entablan o pierden. No hay matices.Éste es un match que había que ganar para seguir pavimentando la permanencia, y se ganó.
Las aguas bajan tranquilas, aunque se rumorea que Julià va a seguir pidiendo la cabeza del delegado desde que durante la semana le propusiese sumarse al Club de las 5 de la mañana.
