Visita a una sala de juego con solera, la del Maragall, enclavada en el distrito de Horta-Guinardó, donde las cuestas desafían el físico de los transeúntes. Objetivo, ir a hacer un buen match, sabiéndonos a priori inferiores por elo en casi todos los tableros. Éste era un match de los que cotizaban para perderse, pero con 2,5 puntos de 3 en el zurrón, la verdad es que íbamos bastante tranquilos.
La primera sorpresa que me llevé en los prolegómenos del encuentro es encontrarme de nuevo, frente a frente con tablero por medio, a Mario Suárez. Ya habíamos jugado dos veces hacía muchísimos años, en la sexta ronda del Open C de Martorell en 2004 (acabé segundo clasificado tras Jaime Julián Garrido, ajedrecista que no he vuelto a ver federado) y en la quinta ronda del Torneo Amateur Edami de 2005. Victoria y derrota respectivamente, la primera porque se entró en una línea de entrega de alfil blanco por 3 peones negros del gambito de dama que tenía superestudiada con negras. El Gambito de Dama, aparte de una serie de televisión, es una apertura popularizada por Capablanca y Alekhine en su match de 1927 para el Campeonato Mundial. En la segunda partida tuve rosco porque no estuve a la altura durante el juego y encima, habiendo encontrado un recurso por chiripa, desperdicié un final de peones ganador. Así que tocaba intentar desempatar por el Torreblanca. Lo cierto es que me había preparado la tarde del sábado contra Enric Carrey tras un estudio de las alineaciones del Maragall de las 3 rondas anteriores, y tuve que tirar de mi base de datos neuronal para recordar con más exactitud las dos partidas anteriores contra Mario, aunque 18 años son muchísimos y además, todo el mundo va evolucionando y cambiando sistemas de juego. Al final, resultó que en todos los tableros, exceptuando en el mío, el décimo, los jugadores del Maragall presentaban una media de 50 a 100 puntos Elo de ventaja, así que estaba claro que todo lo que fuese ir sumando sería bueno. Y en mi caso, me sentía con la obligación moral de arriesgar en mi partida algo más de la cuenta para justificar esa presunta ventaja de base, que al final, muchísimas veces no cuenta para nada. El Elo es orientativo y punto, no demostrativo de superioridad ni inferioridad.
El primero en acabar fue el capitán Iván Cano, que pavimentó la jornada con unas tablas contra Mariano Jiménez, primero tablero en vez del habitual MF Eduard López. Albert Padrós, que después del match se encontró a los del Club d’Escacs Agustí celebrando una cuchipanda en las Ramblas de Barcelona, recibió la pregunta de “Iván ¿ha vuelto a hacer tablas?” Al parecer, la fama de nuestro capitán le precede, aunque vamos a ser serios: El primer tablero se come todos los bichos de los equipos rivales. Precisamente Albert Padrós, tras iniciativa en el ala de dama con una jugada a5 que desestabilizó todo especulando con una clavada de dama, lograba cazar la dama de Manel González en a2 con una torre en a1 defendida por un monstruo escondido en la cueva del fianchetto de g7. 0,5 a 1,5 y la cosa empezaba a pintar medianamente bien. En el segundo tablero, Bernat Fuertes lograba ganar la calidad a Miquel Echarri tras un fuerte ataque en la sexta fila combinado con torre y alfil, con lo que nos poníamos +2 por arriba. Punto importantísimo porque Echarri es un jugador con muchísima experiencia que además es hombre de club, aparece en todas las fotos históricas del Maragall desde los años 90. La posición de José Ramón Aymerich era tablífera, final de alfiles de diferente color, e Iván Cano le dijo que cogiese las tablas sin problema. Cuatro partidas, seguíamos con +2 de ventaja. ¡Genial! Mi vecino Josep Fernández llevaba bien un ataque por la columna g que su rival David Serra había abierto precisamente por ese motivo, pero ya se sabe que a veces el que derriba la muralla con el peón de g4 se encuentra a todo el ejército enemigo esperando con la artillería y puede contraatacar virulentamente. El caso es que el ataque combinado de Josep derivó en una ganancia de calidad y un final ganador, que contabilicé mentalmente como punto mientras yo intentaba conducir un final con peón y medio de ventaja hasta la victoria. Vamos dos horas hacia atrás con la Máquina del Tiempo (tengo en esta Liga Catalana la costumbre de calcular qué hora es de memoria, mirando el tiempo restante de los relojes y las jugadas realizadas, ya que cada jugada aumenta medio minuto el tiempo del jugador que la realiza).
Reconozco que las 15 primeras jugadas de mi partida me eran muy familiares, reminiscentes de partidas de Fischer (otra vez rapiñando las aperturas del genio norteamericano), y además recordaba que las había jugado en la quinta ronda del mencionado Torneo de Martorell de 2004 contra Francesc Arjona. Me metí en el lío táctico por las razones mencionadas en el primer párrafo e incluso gané peón, pero a costa de tener que aguantar ataque y ciertos líos tácticos. Por suerte, los pude evadir jugando con precaución: en casa comprobé que habíamos seguido una partida de Geller con negras hasta la jugada 15, así que mi rival había jugado perfectamente hasta ese movimiento, pero en el momento crítico decidió precipitar la invasión y no seguir amenazando con las torres el punto débil de f2. Me encontré jugando un final con peón y medio de ventaja: el medio es un peón doblado contrario. Cambié todo e hice valer los peones pasados apoyados, colocando el +3 de ventaja y un 4 a 1 que nos aseguraba el medio punto del match. De forma simultánea, Jorge Muñoz perdía por primera vez en esta Liga Catalana. Aunque no pude seguir casi la partida, su rival se había colado con varias piezas en el ala de dama y habían colonizado las séptima y octava filas. Eso normalmente acaba como tiene que acabar, o con atraco. 4 a 2.
Con la satisfacción del trabajo hecho, me puse a ver la partida de Julià, que volvía a armar una de sus redes de mate con algún agujero por donde se podían colar pececitos o el mismo Stockfish. Renunciando a ganar la dama por torre (yo me la hubiese papeado, pasando de calcular mates con 1 minuto de reloj), achuchó en busca del rey. En esta ocasión, movió el peón correcto para impedir la escapatoria del rey y cazó al monarca de Jordi Miralles en medio del tablero, que confiaba en un peón en d3 a dos pasos de promocionar, apoyado por la dama. Estreno de Julià que comentaba en el WhatsApp del club el domingo pasado que estaba algo fastidiado por tantas tablas seguidas. Acto seguido, ya con medio punto de equipo seguro, Jul, con ventaja de dos peones pasados y apoyados en el ala de rey, empleaba un precioso truco táctico en el que dos peones podían contra un rey y alfil contrario, y la torre remataba por g para impedir que la torre contraria defendiese la primera fila.. La jugada recordaba en cierta manera al final de la partida de Arturo Pomar contra Smejkal, un clásico. 6 a 2 y victoria del equipo.
Josep Flores, que hasta entonces poca suerte había tenido en la Liga Catalana 2023, ofreció tablas d Francesc Delgado y, tras algunas jugadas más, fueron aceptadas, aunque al parecer aún había tela que cortar. 6,5 a 2,5, y Josep Fernández, el último en acabar, se encontraba jugando un final que recordaba al épico de Aymerich contra el Santa Eugenia, eso sí, con menos nervios aunque su rival Serra puso una trampita de dejar coronar y meter amenazas de mate con piezas menores que nuestro noveno tablero vio. Punto, estreno de victorias de Josep Fernández en esta Liga, y match finiquitado con 7,5 a 2,5 a favor, un resultado bastante sorprendente teniendo en cuenta la superioridad de elo en 9 de los 10 tableros del Maragall. Como me comentó el segundo tablero del Maragall Miquel Echarri después (lo conocía del Social de la UGA de 2003 que curiosamente fue mi primer torneo desde que dejase de jugar en el año 1990 cuando aún vivía en Tenerife), “cada año nos hacemos más viejos y somos casi siempre los mismos». En efecto, el Torreblanca fichó a través de David Páez, el Florentino Pérez del ajedrez, savia nueva, y eso se nota sobre todo en los 5 primeros tableros.
3,5 de 4 puntos, segundo puesto tras el Calldetenes en nuestro grupo de Segunda División de la Lliga Catalana de Ajedrez. Nuestro objetivo ¿era? asegurar la permanencia. Hemos sacado punto y medio de dos matches que en teoría no nos correspondía puntuar. Ahora no es cuestión de amilanarse. Match a match, pero hay que apostar fuerte. La próxima semana recibimos al Canet en casa y será un punto clave para ver hacia dónde nos dirigimos, si al campamento base de la permanencia, o a intentar escalar el 8000.
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